🆕De propósitos y redes sociales
Recuerda: “somos mucho más que los bits que emitimos mientras seguimos con nuestras vidas”.
Empiezo como cerré el 2024: deseo que tengamos un buen año y que el regreso a las actividades nos traiga la claridad necesaria para alcanzar los cambios que buscamos.
Antes de arrancar de lleno, quiero compartirte que ¡ya somos más de 100 personas creciendo juntas y aprendiendo a tomar ⚡La Pausa Necesaria!
De verdad, gracias por tu tiempo.🙏
Espero que inicies el año con balance positivo. La estadística indica que “el mundo todavía tiene esperanzas con respecto al futuro”, y México es de los países que se muestran con más ilusión [pese a los amagos de Trump de robarnos el Golfo de México, y a que el salvaje oeste digital amenaza con empeorar 🔫].
Esto es ⚡La Pausa Necesaria. Empezamos.
🎵 “Fame, puts you there where things are hollow
Fame, it's not your brain, it's just the flame
That burns your change to keep you in... sane (sane)”.
[Elegí empezar el año con David Bowie ⚡ porque cayó a la tierra un 8 de enero (de 1947) y se fue de ella un 10 de enero (de 2016)].
El nuevo comienzo
Aquí estamos, una vuelta al sol después, embargados por los efectos del nuevo comienzo. Sí, somos esas personas que, apenas llega enero, nos volcamos a tratar de cumplir los propósitos de Año Nuevo.
Es normal. Los hitos temporales nos animan a romper con el pasado para perseguir un sentido de renovación. Borrón y cuenta nueva, para acabar pronto, eso es el efecto del nuevo comienzo.
Pasa con el inicio de la semana o del mes; con los cumpleaños o los aniversarios; con el cambio de ciclo escolar o el inicio de un nuevo trabajo; con una fecha personal importante o con el Año Nuevo.
💡Profundiza: no fuimos los primeros, ni seremos los últimos. Llevamos miles de años haciéndonos promesas de mejorar. La historia ubica esta tradición en los antiguos babilonios, hace 4,000 años.
Los gimnasios, las escuelas de idiomas, las y los profesionales de la nutrición, las y los coaches de yoga, y varios negocios más nos lo agradecen. 💸
¿Te has dado cuenta de que los propósitos más comunes [casi siempre] están relacionados con mejoras de rendimiento personal?
Antes, las metas fueron influidas por la Biblia, como cuando el 2 de enero de 1671 la escritora Anne Halkett se prometió no volver a ofender a nadie.
Hoy, los propósitos de Año Nuevo son moldeados por las redes sociales, principalmente por el mandato social del cuerpo perfecto y la felicidad permanente. Nada más. 😶
🤔Sí, pero: sin duda, los propósitos relacionados con el wellness son positivos [más cuando seguimos viendo este tipo de noticias], pero lo problemático radica en que están pensados para proyectar una imagen personal positiva en las redes sociales y eso alimenta el sistema de validación externa propio de la economía de la atención. Tantos likes tienes, tanto vales.
Esto hace que la esencia de transformación que rodea a los propósitos de Año Nuevo se reduzca a una lógica de superficialidad y refuerce la cultura de la optimización: esa que promueve la búsqueda del cuerpo perfecto [entrenamientos, ayunos intermitentes, baños de hielo, dispositivos inteligentes y más] y de la mente impoluta [ayunos de dopamina y seguimiento de la felicidad] (VOX).
(Un paréntesis)
Hace unos meses escuché lo siguiente en FOCO, un extinto podcast de RED/ACCIÓN [un increíble y también extinto 😔medio de comunicación argentino]:
No se puede establecer el bienestar como algo universal. Sabemos que caminar hace bien, estirarse hace bien, mantener el cuerpo en movimiento hace bien, tomar agua hace bien, comer frutas y verduras hace bien, pero después está en cada persona lo que puede y cómo lo puede incorporar.
A eso se le conoce como Determinantes Sociales de la Salud (DSS).
Bárbara de Regil quiere que nadie nos robe nuestra sonrisa y que nos veamos increíbles todo el tiempo -y que compremos su marca de proteína 😅-, pero pasa por alto la infinidad de contextos diferentes que vivimos.
Aquí una definición de los DSS:
Condiciones sociales, económicas y físicas del lugar donde una persona nace, vive, estudia, trabaja, se divierte y envejece, que pueden afectar la salud, el bienestar y la calidad de vida. Los determinantes sociales de la salud son, por ejemplo, el grado de escolaridad, el ingreso, el empleo, la vivienda, el transporte y el acceso a alimentos saludables, aire y agua limpios y servicios de atención de la salud.
Estos determinantes tienen efectos importantes en los resultados de salud, en especial, en ciertos grupos de personas. Por ejemplo, es más probable que las personas que no pueden comprar alimentos saludables y que no viven en áreas seguras para hacer ejercicio ingieran una dieta poco saludable, sean sedentarios y presenten obesidad, lo que quizás aumente el riesgo de ciertas enfermedades, como el cáncer.
Esto complica que el discurso del wellness -una industria valorada actualmente en 6.8 billones de dólares que ha sido catalogada como la nueva religión del siglo XXI- no encaje en poblaciones que ven vulnerados sus derechos básicos.
Wellness: un mandato sociodigital
Vivimos asediados por un alud de imágenes de cuerpos perfectos y vidas de placer interminable que promueven la lógica de validación externa y fija expectativas inalcanzables para la mayoría.
Cierto sector de las y los influencers, como líderes de opinión de la economía de la atención, amplifican el culto al cuerpo y rendimiento perfectos.
En otras palabras: incentivan la ortorexia -la obsesión por comer alimentos considerados sanos- y la vigorexia -la obsesión por el estado físico.
Todo esto determina -sin que nos demos cuenta o, aunque nos demos cuenta- nuestras aspiraciones y metas. De ahí que nos inclinemos, casi por instinto, sobre los propósitos tipo wellness. Y el FOMO aporta lo suyo.
Esto me recuerda algo que me llamó la atención:
En vísperas del Día de Reyes, la televisión y los supermercados promocionaron la venta de un juguete llamado “Mi estudio de youtuber”, con el cual las infancias pueden jugar a ser la próxima estrella viral de las plataformas de contenido.
🤳¿Un/a influencer en cada hijo/a te dio? [con perdón de los autores del Himno Nacional mexicano].
Como dijo el tecnólogo y economista argentino Santiago Bilinkis:
La cantidad de seguidores y de likes es el señalamiento hacia el mundo de cuán aceptado eres (…) ahora todo el mundo puede ver cuál es tu grado de popularidad o aceptación.
Entonces, empiezas a modificar tus actos para conformar la norma y conseguir seguidores y poder mostrarle al mundo que eres aceptado. Y eso lleva a que empecemos a vivir la vida para mostrarla más que para disfrutarla.
📲Mirar la vida a través de la pantalla: ¿Qué sentido tiene cumplir el propósito de viajar más, por ejemplo, si cuando visitamos el destino que siempre soñamos nos esmeramos más en conseguir la selfie perfecta que nos dará más likes en Instagram, que en entregarnos a vivir y disfrutar la experiencia en sí misma?
O como conversaron Javier Gallego, escritor, periodista y director del podcast Carne Cruda, y la banda española El Columpio Asesino, en febrero de 2020:
Nuestra actualidad está bajo un ataque celeste de éxito tan abrumador que no deja lugar a la derrota; son días en los que vivimos obligados a aprovechar tanto el tiempo, a ser productivos y felices, que rayamos en la autoexplotación.
Nos sentimos culpables en la inactividad. Son los días de la tiranía del éxito, del buen rollo, la belleza y la salud, donde no cabe la tristeza, la melancolía, la contemplación, el silencio; son días de culto al cuerpo y la perfección.
Los propósitos performativos incentivan que adoptemos una actitud de actuación en las redes sociales.
Pero nos dice Eli Periser en su libro El filtro burbuja: “somos mucho más que los bits que emitimos mientras seguimos con nuestras vidas”.
🧐 Efecto paralelo: Y claro, no olvidemos la odiosa comparación que deriva de todo esto. Si alguien consigue un objetivo increíble como recorrer toda Europa, las metas tipo evitar compras innecesarias, dormir mejor o aprender a poner límites parecerán muy cortos de miras. Pero nos olvidamos de algo fundamental: cada persona parte de un contexto diferente, la música interior suena a ritmos distintos, y si no lo tenemos en cuenta, es fácil que nuestras metas sean moldeadas, cuando no saboteadas, por las dinámicas de validación de las redes sociales.
Nueva narrativa del cambio
Si te debes ir con una sola idea de esta entrega, que sea esta:
🌬️ Las metas de Año Nuevo deben ser algo más que una lista de cambios performativos guiados por las métricas de validación externa. [Recuerda: “somos mucho más que los bits que emitimos].
Sí, es crucial mejorar nuestra salud y practicar ejercicio, pero debemos encontrar una nueva narrativa del cambio, una que no dependa de las expectativas sociodigitales, donde quepan el fracaso y la vulnerabilidad, donde las mejoras personales y colectivas no se midan con likes.
La National Public Radio de Estados Unidos nos da 25 ideas de objetivos divertidos y prácticos:
Organizar más cenas
Traer novedad a la vida cotidiana
Mejorar la calidad del sueño
Evitar las compras innecesarias
Dejar de sentir culpa por cosas dichas
Aprender a crear un presupuesto
Dejar de complacer a los demás
Puede que mucho del significado y trascendencia que buscamos no esté en lo que mostramos en las redes sociales, sino en lo que cultivamos en silencio, en la introspección, en los entresijos del día a día, en lo infraordinario [Gracias Jorge Pedro por introducirme a este concepto. Aquí puedes suscribirte a su Substack].
Cierro con esta cita iluminadora de Jorge Schvartzman, psicoanalista y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Argentina (FOCO):
Bienestar significa bien-estar con uno mismo. En la medida en la que tenemos una sociedad que nos exige un montón de cosas, entre ellas lucir bien, nos olvidamos de un concepto básico: llevarse bien con uno mismo.
No es fácil lograrlo, pero la única posibilidad de ir aceptando las cosas que nos van pasando en la vida es aceptarnos como somos, con nuestras dificultades, con nuestras imposibilidades, con el montón de errores que seguramente habremos cometido en el curso de nuestras vidas, saber las posibilidades que tenemos, tratar de aprovecharlas, eso sería llevarse bien con uno mismo.
Algo interesante para estos días [a propósito de los propósitos]:
El País: Año nuevo, ¿sociedad nueva?
ETHIC: Año Nuevo, ¿vida nueva?
FuckUp Nights: 8 preguntas para navegar la incertidumbre del cambio.
National Geographic: Año Nuevo: ¿Cuál es el momento ideal para empezar un nuevo hábito y mantenerlo?
Hasta aquí llegamos.
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Nos leemos en la próxima ⏸️
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