No hace mucho la vida era más lenta. A principios de la década pasada todavía era sencillo separar la vida digital de la vida-vida [fuera de línea] y encontrar introspección entre los resquicios del ajetreo diario.
Hoy todo es diferente: la vida online engulle a la análoga. Somos incapaces de ignorar las notificiaciones del celular. Esa mini supercomputadora de bolsillo es lo primero que vemos al despertar y lo último que vemos antes de dormir.
Las patallas demandan nuestra atención mientras trabajamos, comemos, cenamos, vemos una película, compramos, viajamos, leemos y muchos otros verbos conjugados en la primera persona del plural.
“Las vidas ajenas las vives como una propia”, canta la banda española León Benavente.
Navegamos a toda velocidad y en piloto automático, sin tiempo para la pausa. Y es que claro, la conectividad compulsiva no es accidental, es uno de los principios fundamentales del manual de la economía de la atención digital.
El culto a la productividad con todas sus letras. Siempre ocupados, haciendo que la rueda gire, vendiéndonos esta versión de la vida como signo de éxito y estatus social [The Guardian, 2014].
¿La velocidad nos da valía? ¿Nos aterra la idea de no hacer nada, de ir más lento?
¿También te pasa, o es solo la vida adulta? Si tienes un truco al respecto, te lo agradeceré.
A veces es sano levantar el pie del acelerador para encontrar refugios de calma, en medio de la incesante rutina. Nutrir la mente, dejarle descansar y enfocarla en la vida-vida.
Aquí una explicación con dibujitos 👇
Y acá una con música 🎧
🎵No more pointing fingers
Calm down (…)
Not saying I'm a saint, but the world has gone insane
Excuse is a luxury we can't buy every day
Calm down (…)
There's a place for anger…
Not here (so calm down).
Es tu turno 👇
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Esto es ⚡La Pausa Necesaria.
🐢 Paso de tortuga
Este frenesick digital se refleja también nuestro consumo informativo. Todos los días consumimos contenidos que son como frituras digitales: nos encantan, no terminan de saciarnos y casi nunca nos nutren. Están diseñados exactamente para eso.
En cambio, el equivalente en bits de las frutas y verduras son esas piezas más profundas que casi siempre evadimos [porque requieren de una pausa, y no estamos acostumbrados a ella].
Por eso, esta edición es un Elogio de la lentitud [informativa], con perdón de Carl Honoré.
Antes, es preciso iniciar con el Movimiento Slow que, según Wikipedia —la plataforma que odian los profesores universitarios y Elon Musk [Wired, 2025] —, se trata de:
“Una iniciativa cultural que aboga por una reducción del ritmo de la vida moderna, animando a las personas a adoptar un enfoque más reflexivo y deliberado de sus actividades diarias”.
Carl Honoré, descrito como el padrino del movimiento slow, el gurú de la lentitud y otros calificativos similares, describe esta filosofía de la siguiente manera:
“Una revolución cultural contra la idea de que cuanto más rápido, mejor. La filosofía slow no consiste en hacer todo a paso de tortuga, sino en intentar hacerlo todo a la velocidad adecuada, en saborear las horas y los minutos en lugar de limitarse a contarlos, en hacer todo lo mejor posible en lugar de hacerlo lo más rápido posible. Se trata de primar la calidad por sobre la cantidad en todo, desde el trabajo hasta la comida y la crianza de los hijos”. [Thrive Global, 2017].
El primer movimiento lento fue el slow food, nacido en Italia en 1986 como respuesta a la -😅-, rápida expansión de la industria del fast food. Promueve una alimentación sostenible, saludable y local, valorando la calidad, la tradición y el disfrute consciente de los alimentos.
Poco a poco esta filosofía se expandió a otras actividades humanas: slow travel, slow fashion, slow gaming, y así hasta llegar a los medios de comunicación, algo raro para una industria que premia lo vasto e instantáneo [casi siempre por encima de la calidad].
📰 Slow media
Así como existe el consumo lento en la gastronomía, los viajes, la moda, también existe en los medios de información. Este movimiento surgió en 2010 en Alemania y 15 años después sigue teniendo sentido, más ahora que estamos hasta el cuello de contenidos.
El manifiesto Slow Media versa más sobre la producción de noticias e historias periodísticas, es decir, sobre la actividad propiamente de los medios de comunicación, que sobre el consumo, pero en esta entrega hablaré más sobre el consumo informativo lento.
Aquí algunos extractos del Manifiesto:
“Los medios slow no tratan de consumo rápido, sino de elegir los ingredientes con atención y prepararlos de forma concentrada. Son acogedores y hospitalarios, les gusta compartir”.
Los medios slow “no pueden consumirse de forma casual, sino que provocan la atención plena de los usuarios […] solo pueden consumirse con placer y en estado de alerta concentrado”.
Son como ese libro que has regalado 5 veces a los mejores amigos por su gran valor. Así se distribuye.
“No son una contradicción con la velocidad y simultaneidad de Twitter [hoy X], los blogs o las redes sociales, sino una actitud y una forma de hacer uso de ellas”.
“Detrás de los slow media hay personas reales y eso se nota”.
Si hablamos de contenidos como frituras digitales que son deliciosas y adictivas, pero nada nutritivas, entonces puede que el slow media te parezca una especie de dieta contra nuestra obesidad digital, es decir, la sobrecarga de información y consumo excesivo de contenido en línea.
Sí, y no.
Hay un matiz muy tenue: el slow media celebra lo beneficioso del periodismo de calidad, mientras que la dieta digital [una visión más estadounidense] se enfoca en eliminar activamente las fuentes de noticias.
Slow media no es consumir 10 sitios de noticias al día, 9 blogs, 8 podcasts, 7 youtubers, 3,000 cuentas de Instagram, 200 influencers de TikTok, etcétera. Consumir más no te hará una persona más informada que si te limitas solo a 2 o 3 fuentes de alta calidad.
Cof cof 👇
Consumir noticias en modo slow exige concentrarse exclusivamente en las fuentes de mayor calidad.
Si no eres periodista de noticias de actualidad, exponerte al interminable torrente de información incompleta de la última hora, redundante y contradictoria, solo puede ser contraproducente para tu atención [Cal Newport, 2019].
Uno de los principales atributos de internet es la democratización del discurso: ahora cualquiera puede expresar lo que quiera en las múltiples redes sociales y plataformas de contenido [lo que también ha incrementado el ruido en la conversación].
Pero cuando se trata de consumir información, deberías limitar tu atención a una cierta cantidad de personas que hayan demostrado ser las mejores en los que temas que te importan.
Soy periodista, y sé que estas personas no siempre están en los medios. Pueden estar aquí en Substack, en YouTube, en Instagram o escondidas entre los miles de podcast.
Lo que importa es que esas personas demuestren que informan de forma inteligente, profunda y honesta.
Es mejor así, que sumergirte cada vez en el fango informativo de las redes sociales, porque puede que no encuentres mucho y solo alimentes el frenesick del consumo compulsivo sin intención ni actitud crítica.
Menos es más: una oferta limitada de gran calidad suele ser mucho más valiosa que una gran cantidad de productos de baja calidad.
⚠️ Pero cuidado
Debes procurar no crear una cámara de eco a tu alrededor [hablamos de eso en la Pausa anterior]. Es decir, esta selección de las fuentes de mayor calidad no significa consumir solo a las personas que confirman tus ideas.
También es necesario exponerse a voces que critican tus posturas preferidas, pero en esto también hay que elegir sabiamente. Poco a poco afinarás tu control de calidad y te será más sencillo filtrar el ruido para quedarte con esas joyas informativas.
☕ Ritualizar el consumo lento
El consumo informativo no tiene porque hacerse en piloto automático, como una consecuencia del uso compulsivo de las redes sociales. Hay muchas historias y contenidos que, si miras con atención, te servirán para enriquecer tu vida.
Para evitar ese consumo accidental y autómata de noticias, puedes ritualizar la lectura a ciertos momentos específicos durante la semana. Por ejemplo, cada semana puedes ir pescando artículos interesantes para leerlos durante el fin de semana, cuando circule más aire por tu agenda y tu mente.
Y mejor todavía, para fomentar el estado de concentración plena que defiende el manifiesto Slow Media, puedes elegir un lugar específico donde disfrutes de la lectura, la escucha o la visualización. 🧠
Puede ser tu cafetería favorita, el parque del barrio, la biblioteca, tu silla preferida en casa o en el bar.
El punto es que disfrutes de hacerte un poco más inteligente consumiendo ese contenido de gran valor.
¿Lo cachas? El objetivo de la lentitud es evitar el multitasking. Si consumes contenido de valor, que sea con tus cinco sentidos, en atención plena y concentración profunda, solo así conseguirás extraer todo el valor posible.
Con este modo de consumo lento, pero más intencionado, estarás al tanto de la actualidad en los temas que más te importan, o como decimos aquí en ⚡La Pausa Necesaria:
Olvidarnos del ruido para centrarnos en lo importante.
Y lo haremos sin necesidad de sacrificar tiempo ni salud mental en aras del interminable ciclo de clics que nos lleva al brain rot, o podredumbre mental [Oxford University, 2024].
🧠 Algo interesante para estos días
📰 El País: El odio se disparó en Twitter tras la llegada de Elon Musk y su impacto es más profundo de lo esperado.
📰 ETHIC: Dentro de poco se considerará el ‘smartphone’ un producto no apto para menores de edad.
📰 The New York Times: Un juego apuesta por los clics infinitos y el brainrot para divertirte.
📰 El Diario.es: Un proyecto fantasma y un puñado de criptobros que se llevan millones: las claves del escándalo Libragate de Milei.
📰 The Conversation: Móviles, ordenadores, coches y otras cajas negras en nuestras vidas.
Hasta aquí llegamos. Nos vemos en la siguiente ⏸️
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